viernes, 22 de diciembre de 2006

BARRETREUS. El Dios del acceso

Barretreus data del año II dM (después de Menem) y es un Dios Pagano que pasa doce horas del día durante los trescientos sesenta y cinco días del año encerrado en una caja mágica armada con hormigón armado, plástico y vidrio. Él se sienta en su trono y frente a una especie de máquina súper moderna y tecnológica controla el paso de los mortales al más allá.

Barretreus vive acompañado por más Dioses como Él, y entre todos forman una muralla impenetrable que ningún hombre, por más fuerte que sea, se atrevería a cruzar sin permiso.

Estos Dioses están separados entre sí por no más de tres metros, y aunque parezca mentira, no pueden hablarse. No solo porque el vocabulario que poseen es muy básico, sino también porque existe una magia más poderosa que los controla y que les prohíbe hablar durante esas doce horas. Sin embargo lograron crear un idioma basado en movimientos del cuerpo que solo ellos entienden y que los ayuda a comunicarse a pesar de la prohibición.

Otra característica de Barretreus es que posee varios discípulos. Estos discípulos, conocidos como Banderillerums son semidioses que se encargan de manejar a las masas que siguen a su amo.

Con movimientos rápidos, precisos y muy coordinados, organizan las peregrinaciones que hacen los devotos de Barretreus. Estos semidioses, sin ningún tipo de protección, se enfrentan vigorosamente a las hordas de mortales que arremeten contra las murallas para poder verse cara a cara con su Dios.

Desde hace veinte años los mortales asisten habitualmente para otorgarle una ofrenda a Barretreus a cambio del acceso al otro mundo. Esta ofrenda tiene un valor que varía según el modo en el que se acercan al umbral.

Hay dos días a la semana donde se amontonan y forman largas colas de más de diez kilómetros de largo y avanzan muy lentamente. Es en ese momento, donde gracias al frenesí del ritual, en el que los seguidores producen un sonido muy simple y monótono que al sumarse unos con otros componen una melodía celestial que tiene como fin apresurar el avance de las largas filas para llegar al otro mundo más rápidamente.

Lamentablemente esta melodía tan armónica y poderosa no motiva en nada al Dios, que continúa recibiendo ofrendas de los mortales, uno tras otro, sin detenerse.

El momento más amado por los Dioses del acceso es ese en el que el reloj marca que sus doce horas han terminado y pueden ponerse una campera, saludar al Barretreus que los va a reemplazar, salir de su garita, ir a ver a su familia y pasar sus doce horas libres haciendo lo que todo mortal ama hacer. Huevo.

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